T. S. Eliot

En La Tierra baldía de T. S. Eliot lo que retoña y da frutos son los muertos, el eco polifónico de la desolación humana provocada por la barbarie de la Gran Guerra. Se respira la soledad que emana del poema, aún durante el sexo o en la multitud, como en un paisaje de Baudelaire, con quien se tejen ciertas “correspondecias”, esas relaciones poéticas donde se superponen los sentidos y las sensaciones.

Así como en el poema de Eliot resuenan las voces de grandes poetas del pasado, en esta bella y ambiciosa edición, una de las más notables publicadas en español por sus intenciones, formato (dos tomos) y colaboradores (Víctor Manuel Mendiola, Emiliano Gironella, Gabriel Bernal Granados, Guillermo Fadanelli, Armando González Torres y Edward Hirsch) cabe destacar la inclusión de la primera traducción del poema realizada en México por Enrique Munguía, que apareció en la revista Contemporáneos en 1930, y las primeras críticas de Virginia Woolf.

¿Se puede aprehender lo que está condenado a desaparecer, lo que muere? Se afirma que las imágenes de Emiliano Gironella no “ilustran” el poema de Eliot. En este sentido, las 34 imágenes en fibrocemento (iluminaciones) son como retratos de fantasmas, resonancias de una voz antes de su último aliento, pero que fijan retazos de ese tiempo en fuga del poema.